Cuando algo así pasa primero pienso en que Dios es quien toma la decisión final y yo soy su instrumento. De inmediato busco en mi armamentario la manera más sencilla de controlar el desastre, desde un clampaje hasta un packing pasando por una sutura a ciegas o una cánula artificial que sustituya el vaso dañado: control de daños, control de tu mente. Pero siempre hay que tratar de calmar al resto, en especial al Anestesiológo y al primer ayudante. No somos dioses, somos humanos y nada de lo que hacemos lo hacemos para hacer daño.
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