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Channel: Comentarios en: La soledad del cirujano
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Por: Pedro Vidal, Profesor de Cirugía, Anatomía Humana y Cirujano Plástico

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Amigo Julio,
Por alguna razón no vi tu ensayo. Felicitaciones otra vez, y comento:

Nadie que no se haya encontrado en su tenida verde, tendido sobre un cuerpo inmóvil, empapado en sangre tratando de detener aquel fluido tibio que llena el campo una y otra vez podría entender el significado de esa soledad, de ser tu mismo el ULTIMO en la jerarquía, de que ya no queda a quién más preguntarle cómo resolver TU problema, de esos minutos que pasan lentos o detenidos, pensando en el paciente, sus hijos, y los tuyos, en cómo estarán riéndose y gozando, sin imaginar, ni jamás poder vislumbrar aquella sensación que te recorre la espalda, y que mientras sostienes apretada la masa sangrante al fondo del abdomen con una mano que no es capaz de distinguir más que objetos gelatinosos detrás del hígado, parece disminuir el flujo, pero apenas relajas un poco el pulgar, vuelve a inundar el campo. Todos te miran tratando de que no se note, con grandes escleras, los residentes, ayudantes, anestesistas, los dos alumnos y paramédicos, silenciosos, y esos otros ojos desconocidos y callados desde los ventanucos de la puerta, todos con la esperanza que TU podrás resolver, una vez más esta situación y sacar adelante esa vida que pende de un hilo, de tu fortaleza, y dentro de ti te preguntas si de verdad la tienes.
Llega ese momento en que nadie habla y el silencio se hace maligno, cada uno independientemente quiere que haya sonidos, que cualquiera hable, que alguien pida algo, que el cirujano diga cualquier cosa, aunque sea terrible, pero algo. Nada peor que el silencio. Maldito silencio, es la soledad del silencio, la soledad del cirujano.
Cómo llegar a explicarlo a quien no haya sentido el calor de la sangre escurriendo entre tus ropas y meterse al calzoncillos, o a tus calcetines, por que no pudo detener el flujo, o metiéndose caliente dentro del guante después de estar tantos minutos en la profundidad del abdomen apretando un aneurisma aórtico roto.
Imposible explicarlo cuando llegas un poco tarde a la casa y están sentados comenzando a comer, e inocentemente con una sonrisa te preguntan “¿cómo fue tu día ?
Imposible no sentir dolor cuando el lunes llegas a la oficina y recibes la carta de un abogado diciendo que tal paciente está descontenta por la cicatriz gruesa.
Deben existir muchos clubes privados en los oficios humanos, pero ciertamente el “Club de la Soledad de los Cirujanos” es uno al que no se accede sin realmente ganarlo Los únicos invitados pueden ser algunos Anestesiólogos.
Bien dicho, amigo Julio.
PEDRO VIDAL, FRCS, MS, MD, Profesor de Cirugía, Anatomía Humana y de Cirugía Plástica.
Email: pvidalg@mac.com


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